El patio

Se levanta en una casa grande, fría y húmeda, de las que te recuerdan que todavía tienes huesos que pueden doler. La mañana es clara y silenciosa y el sol todavía no se levanta por encima del pinar. Prepara café aguado en una taza de metal con restos viejos de esmalte azul y baja al patio. El cielo amanece azulísimo como los ojos puros de una niña. A lo lejos el mar es una balsa de aceite donde una gaviota hace suaves ondas al sumergirse para cazar el desayuno. En la otra orilla los pescadores, madrugadores, se transforman en puntitos inmóviles. Se sienta en un taburete enrojecido de herrumbre a observar el vaho ascender desde su boca. La hierba corta del jardín y el banco de madera bajo el naranjo conservan aún el relente de la noche. En pocas semanas ese rocío se convertirá en escarcha.
La ropa blanca cuelga del viejo tendal del patio; dos ganchos, un cordel y un par de varas de madera gruesa a modo de alzadera. Coge una camisa de tirantes, le quita las pinzas, una, dos, las vuelve a dejar colgadas del bramante, siente con los antebrazos el tejido frío que le eriza la piel y se la coloca al hombro, se acerca al pilón rebosante de agua helada en calma donde se refleja primero la luz blanca del día y luego su rostro, se mira a los ojos largamente apoyado con ambas manos en el borde de piedra y finalmente las hunde haciendo un cuenco para mojarse la cara y el cuello. Las gotas, frías como la hoja de un bisturí, le recorren el pecho y el brazo posterior rodeando el desgastado tatuaje del anzuelo. Se pone la camiseta y queda clavado mirando las primeras hojas muertas del otoño y el musgo que crece en el muro junto al pequeño acebo que no levantará más de un metro del suelo. En el cobertizo duerme en una bolsa de lona la leña seca que guardó hace días, previsor, para usar por primera vez en la chimenea este domingo. A su lado un montoncillo de ramas tiernas cogen humedad. Se acerca al pozo, rodeado de fragmentos de viejas baldosas adornadas, recuerdo de otra vida y otras manos ásperas, y mira hacia abajo. No queda mucho para que se llene de agua de lluvia.
Mira hacia arriba y puede sentir las arrugas de los párpados acentuarse al entornar sus ojos plúmbeos. La luz del sol y empieza a calentar el tejado y pronto llegará al patio. 

Comentarios

Entradas populares