España. Y punto.

España. Y punto.


Nos insultamos. Nos hacemos la zancadilla. Nos echamos las culpas unos a otros. Nos mentimos, nos engañamos, nos hacemos las perradas más gordas. Nos empujamos, nos ofendemos, nos gritamos, nos tiramos los trastos a la cara, nos sacamos la uñas, nos ponemos la navaja al cuello, nos tiramos de los pelos. Nos queremos matar trescientos sesenta y cuatro días al año. Pero a la hora de la verdad, ahí está el pueblo mojándose los cojones.


El camionero de Albacete pide un permiso a la empresa para llevar suministros. Aunque amenace más lluvia. La charcutera de Cáceres, que aún no ha cobrado porque es final de mes, hace un envío con un paquete de arroz y dos de lentejas a una nave que unos chicos de Móstoles han conseguido para almacenar víveres que van a enviar. El estudiante de INEF de Zaragoza, que pasa bastante por Valencia, coge un grupo de colegas en el Seat León de su padre – que con orgullo contenido le dice que se quede, no vaya a haber otra – y se va a sacar barro a paletadas de los portales. El policía de Benicasim que se ha acercado a Paiporta, que lleva veinte minutos llorando porque de las últimas seis personas que ha sacado del fango ninguna estaba viva, sigue buscando entre los escombros. La mujer que ha perdido el negocio y que no encuentra a su padre pero todavía mantiene una casa, acoge a ocho mascotas que han encontrado asustadas y temblando de frío. Los boinas verdes que acaban de volver del fango del Líbano no aguantan en la Base esperando por una orden central, y salen con el pelotón y los vehículos a meterse en el fango patrio porque les ha pillado de maniobras cerca y están mirando la muerte a los ojos. La niña que ve todo acongojada a través de su teléfono desde Soria difunde toda la información que encuentra, porque no puede hacer otra cosa. 

Muchas veces me avergüenzo de este país porque lo que algunos nos obligan a hacer, como marionetas, ante el teatrillo que es hoy Europa. Pero hoy todo ese pensamiento de vergüenza se me esfuma y no me sale otra cosa que hinchar el pecho por haber nacido en esta bendita tierra de Caín. Porque, sí, nos matamos. Pero nadie desde las urnas nos viene a ayudar, así que cuando toca, aquí y está el pueblo. Aquí está España. Somos nosotros. Y punto.

Comentarios

Entradas populares