El supermercado
Un día nos cruzaremos en un supermercado. Tú comprarás naranjas y yo compraré manzanas. Intentarás evitarme y tal vez yo no lo haga. Me preguntarás qué tal todo y te mentiré con un "muy bien, ¿sigues en ese curro?", te quedarás mirando el anular desnudo de mi mano derecha y yo me fijaré en los purés para bebé que llevas en la cesta, mientras yo llevo algo de cerveza. Sonreirás amable con un rayo de amargura cruzando tu mirada, y te pondré mi tono más sincero para alegrarme de que todo te vaya bien. Diremos falsamente que algún día nos escribiremos, tú no lo harás y yo no seré capaz de hacerlo. Pagaremos con tarjetas de cuentas separadas, y la fruta se pudrirá en cuencos distintos. Pocas veces más te acordarás de mí y yo no dejaré de hacerlo. La próxima vez, tú comprarás manzanas y yo compraré naranjas. Entraremos de nuevo en supermercados, y durante un segundo al torcer la esquina de los lácteos desearemos cruzarnos de nuevo; nunca más lo haremos. Será la última vez que nos hayamos visto y sin embargo, nuestros nombres aparecerán en dos memorias alejadas. Al menos, el tuyo sí lo hará en la mía.
Hoy, para mi último artículo en este blog (al menos en este formato mío con documento visceral de identidad) he decidido hacer una adaptación de un poema anglosajón con el que me topé hace un tiempo. Disfrutad siempre de la literatura, que es lo que nos queda. Hasta más ver, Truchos.
Comentarios
Publicar un comentario