Una tarde de perros.

 


Viernes, veo por la ventana, mis ojos observan un batalla en el cielo. Las nubes y el Sol disputan entre sí una guerra para obtener la hegemonía de la estratosfera. Como buen jugador, apuesto, y lo hago por el Sol en forma de no ponerme chaqueta al salir.

Mochila preparada, material básico de estudio dentro y un libro que me acompaña en el autobús. Hoy Cartas a Lucilio, de Séneca. Subo al bus y, un par de paradas más adelante sube Alex, ese Alex al que el motor primero de este blog le dedica nuestras escrituras. Grata sorpresa. Hablamos del Madrid.

Bajo del bus y primer golpe en la boca, la universidad estaba cerrada. Me cago hasta en mi puta madre pensé. ¿Oye y no crees que utilizar la opción de Xabi Alonso tan pronto no es un poco arriesgado? La educación va cara afuera. Tenemos que fichar un lateral izquierdo, lo de Fran García es una broma. Vuelvo a subir a un bus. El conductor me mira con cara de "pero si te acabas de bajar, anormal." Yo, que como aficionado al póker tengo interiorizado que más importante es saber a qué disputa vas que el desarrollo de la disputa en sí, decido eludirla y renunciar al contacto visual. Para el medio del campo me gustaría Mac Allister o Enzo Fernández. Quizá hasta concuerdo con lo de anormal. A mí me gusta más Mac Allister.

Durante el camino recuerdo la tienda Nobel que ha abierto en Pontevedra la cual Iván me mencionó el otro día y decido ir a ojearla para después encaminarme hacia la Biblioteca Central y no desaprovechar del todo la tarde. Nada más colocar un pie fuera del autobús comienza el diluvio universal, yo que ni por tener un arca de Noé no tenía ni chaqueta, comienzo a trazar mi ruta con soportales como balizas mientras que lamento el destino de mis queridos soldados solares que hoy no han podido vencer. Descartado lo de la biblioteca.

Termino parado, resguardado frente al Druni. Recuerdo esos productos de tratamiento facial que me habían recomendado para mejorar las cicatrices del acné que tuve de joven fruto de la mala alimentación, la falta de sueño y el alto cortisol que no compré porque me parecía "una mariconada de cojones." Quizá debo comprarlos.

Recordar esa mariconada hizo que mi cerebro conectara con otra maricona que podría ser útil en una situación como esa, un paraguas. Me dispongo a caminar hacia la única tienda en la que veía posible que vendieran uno de esos artilugios satánicos. Entro. Recepcionista morena, agradable a la vista y con una sonrisa propia de quien lleva muy poco trabajando o de autoengañarse por la mañana. Si trabajar es bueno para la salud que trabajen los enfermos mire usted.

- Hola, buenas ¿venden aquí paraguas?

+ No, lo siento mucho

- Vale, muchas gracias.

+ Oye, creo que venden paraguas en el Gadis de aquí al lado.

- ¿De verdad? Muchas gracias. 

A la noche me veo una película para desconectar porque vaya día. Vuelvo a esperar para dirigirme hacia el supermercado con las esperanzas renovadas. Abro Instagram. Veo una historia de una antigua compañera de ingeniería en el Lago di Commo con un Sol radiante. Joder macho. Google, el tiempo en Málaga, 26 grado, me cago en la pu.. El recuerdo del documental de Pitufollow atravesando España me recuerda la regla de no quejarme e interrumpo el insulto al aire. ¿Y qué película veo?

- Oiga ¿venden paraguas?

+Sí, ahí.

- Muchas gracias.

Pillo el paraguas, doy una vuelta por el supermercado, veo una oferta en un snack. Pienso "al llegar a Marín corro X tiempo y ya me entra sin romper el esquema." Salgo con mi paraguas, ya no llueve, esto es de coña. Vuelvo al plan de Nobel y Biblioteca. Pues con el día que hace necesito belleza, una de Sorrentino.

Cuando voy a una librería lo hago con una regla que el cien por cien de las veces me salto. Escojo un libro y compro sólo si hay un ejemplar de ese. Hoy el elegido es Ulises, de James Joyce. Por supuesto, ni rastro. Encuentro Los 10 pilares del liberalismo de Rallo en edición de bolsillo. Ojeando encuentro entre un libro de veganismo y el Así es la puta vida de Jordi Wild una reedición de Eternamente Franco, sí, con mayúscula, no creo que haga falta un libro de como decir la verdad, aunque nunca se sabe. Me dirijo al recepcionista, que pienso que trabajó en la UNED que precisamente hoy estaba cerrada, con el libro de Rallo en la mano. Podrías haber tenido el día libre, chaval. 

- ¿Tienen el Ulises de Joyce?

+ ¿El qué?

- El Ulises, de James Joyce.

+ Mmm, no, ni idea.

- Pues el de Franco y este.

En la vida es importante ponerte objetivos realistas. Buscar el Ulises de Joyce en una librería donde el grueso del stock son libros de cocina, autoayuda y novelas de amor escritas por presentadores de televisión que ya no saben de donde rascar más es un acto de estupidez. Como buscar una manzana en un peral o una opinión futbolista correcta en un hombre que piensa que hay que vender a Tchouaméni.

Ahora sí, a la biblioteca. Nada más salir vuelve a comenzar el diluvio universal. Pues ni de coña a la biblioteca, para el bus. Menos mal que compré el paraguas. 15 metros con él y ya dado la vuelta. O en el Gadis venden una mierda o yo soy un anormal y no sé ni utilizarlo. Que razón tenía el del autobús.

Ya en la parada, un hombre mayor intenta reírse de mí. Presume de que sabía que iba a llover y dice que los jóvenes de ahora no nos enteramos de nada, que además "con el internete ese" ya sabes cuando va a caer agua y cuando no. 

Las páginas del tiempo no aciertan nunca. Hay retrasados mentales que, viendo que no saben el clima de pasado mañana con certeza, temen porque dicen conocer con seguridad que en 30 años va a haber playa en Albacete a razón del cambio climático. Luego se escandalizan cuando dices que la democracia es una idiotez. Quizá la idiotez más inteligente entre el resto idioteces, pero idiotez al fin y al cabo. 

El hecho de haber rehuido con anterioridad y la condescendencia de este hicieron imposible que mis labios permaneciesen cerrados. Y con un paraguas roto recién comprado en la mochila decido interpelar al señor.

- Yo ya sabía que iba a llover, pero a mí eso de usar paraguas o chaqueta me parece una mariconada. Prefiero ir de corto y así me evito enfermar.

+ Carallo

Si la encuentro pirateada Parthenope, sino La gran belleza. A veces el buen gusto está limitado por el contexto, en este caso lo está por los derechos de autor.


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